Ritual.

Bajo sigiloso la escalera, esa que me ha visto subir y bajar durante años. Entro al living, busco un incienso… empecé a ocupar inciensos en segundo medio, para relajarme, y para el mismo fin en que los ocupo hoy. Casi siempre hay inciensos en la pequeña cajita de madera ubicada al centro de la mesa de centro, y si no, es una lástima.

Subo la escalera con uno o dos inciensos. Entro a mi pieza y la miro por un momento; dicen por ahí que nuestro dormitorio es una proyección de lo que somos, un refugio a nuestra identidad, nuestra esencia. Mi pieza es adolescente: tiene pósters de bandas y cantantes populares, flyers, fotos antiguas, y muchos recuerdos que permanecen desde hace años. Si mi pieza es adolescente y se niega a cambiar, y yo lentamente dejo de serlo y comienzo a creerme adulto ¿Qué podremos concluir respecto a tal proyección?

Prendo el incienso y me siento a los pies de mi cama, donde se encuentra mi equipo de música, mi compañero de noche… decido qué escuchar, lo que generalmente suele ser la radio: Horizonte, Tiempo, Zero, Rock & Pop, Concierto, etc. ¿se han fijado que es en la madrugada donde las radios programan la mejor música? ¿bandas no tan pop? ¿canciones que no tan singles? Se dan la libertad de poner lo que quieran, total, somos pocos los que escuchamos.

Bajo la intensidad de mi luz y me recuesto en la cama. Arriba de mi equipo de música se encuentra mi acuario, siempre con vida, que da justo al frente de mi cama, entonces es como si viera TV: la vida de pequeños seres que se mueven sin destino alguno.

Y aquí comienzo a disfrutar. Enciendo un cigarro, y entonces no hay nada mejor que hacer: música sonámbulo de madrugada, la luz brillante de mis peces y mi cigarro. Es mi ritual y lo disfruto. De vez en cuando hago zapping, de vez en cuando me pongo a leer, o incluso escribo, y muchas veces, la mayoría… sólo pienso y me dejo llevar.

Mi pieza que se niega a crecer, mis pensamientos obsesivos, mi ansiedad, mi cigarro, mi música, mis peces, y mi tranquilidad.